Por: Genesis Vaquerano
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Algunos años han pasado desde que me matriculé en la carrera de química, ilusionada por el hecho que iba a ayudar al progreso de mi país. Pasando los días, embarcada en mis estudios, descubrí que era un territorio lleno de obstáculos académicamente hablando, por otro lado, en cuanto al comportamiento de mis compañeros me encontraba rodeada de halagos y, a veces hasta de bromas de mal gusto. Este tipo de violencia ha disminuido al ritmo de los años, sin embargo, el problema no ha terminado por completo. Cuando las mujeres deciden dedicarse a las ciencias y/o tecnologías se enfrentan a la inminente normalidad, donde se desarrolla un entorno con reglas creadas por y para los hombres. Sobrevivir a él se vuelve complicado, nos llaman exageradas si decidimos denunciar la situación. Dedicarse a la ciencia no sólo es aprender teorías y ser excelentes en la práctica, es comerse viva a la ignorancia que está dentro de nosotras mismas y tolerar un entorno machista. Muchas ocasiones logramos vencer la mayoría de estas dificultades pero a la hora del trabajo en equipo la brecha de género es más evidente y más intolerable provocando la renuncia o el abandono a los estudios.
“Desde presa hasta competencia es como el hombre ve de la mujer y no como compañera”
Gracias al conocimiento que nos fue heredado de nuestras antecesoras, el trabajo dentro de los laboratorios ha tenido una apertura en cuanto a lo realizado por mujeres, ahora podemos firmar y dirigir una investigación, optar por la docencia y periodismo científico. Sin embargo, falta para alcanzar equidad en la comunidad científica: 33% de la población científica en México son mujeres en comparación de un 39% en El Salvador (RICYT, 2017). A pesar de haber un crecimiento en las matriculas STEM (en inglés, Science Tecnology Engineering Mathemathics), del 53.76% de mujeres matriculadas en STEM, sólo el 30% logra graduarse.
Perseverar cualquiera de las disciplinas STEM no sólo se basa en las condiciones económicas o en las bases preparatorias de la estudiantes, sino en que la motivación se agota por diferentes causas. Dentro de la normalidad, se recibe el trato “igualitario”, donde en compadrazgo, se es cómplice de la violencia simbólica hacia las compañeras. Por ejemplo, Tim Hunt, en una conferencia frente a muchos investigadores dijo lo siguiente: “Tres cosas suceden cuando ellas están en el laboratorio: Te enamoras de ellas, ellas se enamoran de ti y cuando las criticas, lloran”. Este comentario fue tomado a broma, sin embargo, es el reflejo de la mayoría de discursos realizados por parte de colegas y profesores.
Hace un par de años, en conmemoración de la Semana del Químico, a un grupo de compañeros se les ocurrió realizar una especie de concurso de belleza “adecuado” para la carrera, con la excusa de que en otra facultad se realizaba la misma actividad. Por supuesto, recibió muchas criticas por parte de las mujeres. Margarita fue consciente de eso y a pesar de los ataques consiguió la corona como reina de la escuela de química, de este modo, el año siguiente no se realizó la misma actividad y ello no le impidió ser el primer lugar en su proyecto de investigación: Síntesis orgánica de acetanilida. Margarita es una estudiante excepcional, pero considera que es normal que estos eventos sean llevados a cabo. Producto de la ignorancia de nuestro entorno aceptamos ser objetos de deseo de un grupo de hombres. Los esfuerzos por mejorar nuestro contexto están en disputa, por hombres y mujeres.
Ahora bien, el caso de Beatriz es diferente, como Margarita también se coronó como reina del concurso (en diferente facultad). Se pensaría que si ganó no sólo tiene el apoyo como representante, sino como estudiante; cuando presentó su proyecto de investigación acerca del biodiesel, se le criticó y descalificó argumentando que por su belleza tendría un premio seguro. Es triste ver que muchas compañeras se unan al lado equivocado, apoyando y reproduciendo las criticas y el sexismo dentro de ese ambiente.
¿Cómo frenar esta normalización de la violencia? De acuerdo con la ONU y la Agenda 2030, y específicamente los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) 4 y 5, el incremento en participación de niñas y mujeres en la ciencia, con espacios seguros donde no se vea vulnerado el derecho a la educación y libre convivencia son una alternativa viable. Asimismo, la UNESCO estableció que en América Latina se debe promover una educación en ciencia y tecnología con enfoque de género, crear prácticas educativas flexibles e innovadoras asegurando el acceso y permanencia de las niñas y mujeres en estos campos. Por otro lado, CONACYT en México considera integrar la dimensión de género en la investigación para la mejora de la calidad científica aumentando el número de becas para mujeres ¿Cómo asegurar y trabajar por la permanencia en la STEM? La responsabilidad no sólo es nuestra, es trabajo de todas y todos. La educación con perspectiva de género es importante en este caso, Beatriz, por ejemplo, sugiere una cátedra sobre este tema dentro de todas las disciplinas STEM para todas y todos, así como sensibilización para que pueda ocurrir una transformación para las nuevas generaciones de científicas.
Con urgencia debemos denunciar y evidenciar comportamientos destructivos y sexistas, asimismo, como mujeres que nos dedicamos a la ciencia es nuestro deber motivar a más niñas y mujeres. Por último, trabajar para nuestras sucesoras, dejando listo para que la relevancia científica sea por parte de mujeres que no solo conquisten, sino, reproduzcan su conocimiento dentro de la ciencia por el desarrollo sostenible de la región latinoamericana.
Bibliografía
● Minero Calles, Camila. (2014). Participación científica de las mujeres en El Salvador: Primera aproximación. Universidad Tecnológica de El Salvador. San Salvador. El Salvador
● Género y ciencia. (2019). CONACYT. México. Recuperado de: www.CONACYT.gob.mx/index.php/el-conacyt/genero-y-ciencia Consultado el 8 de agosto de 2020
